viernes, febrero 12, 2010

Leyendo determinada parte de Siberia blues de Néstor Sánchez, fragmento que para qué citar con precisión, me acordé –y no logro determinar del todo la razón de este recuerdo– de mi tío Jaime, quien, después de un derrame cerebral que le perdonó la vida, y ya en vías de recuperación al cuidado de su hija menor, Rosana –en ese momento seguramente resignada a haber nacido para (en la plenitud de su vida, recién separada y reconciliada consigo misma, por fin convertida en propietaria de una casa que pensaba compartir únicamente con su perrito blanco y ruludo, faldero, neurótico y maricón), inevitablemente, pues quizá se la había criado con ese único propósito, tener que dejarlo todo y entregarse a la esponja de la higiene diaria del viejo–, cada vez que quería pedirle a ésta que apagara el televisor frente al cual lo dejaban abandonado a su confusión, decía: cortá esos yuyos, haceme el favor.

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